VI
Era un sábado esplendoroso, el calor, siempre presente, el enorme
patio de la casa Arámburu estaba exquisitamente adornado con cortinillas de
finas telas blancas y tonalidades pastel de las que pendían hermosos ramilletes
de rosas de colores delicadamente combinados.
Las mesas redondas en donde departían los comensales en ambiente
de camaradería, estaban adornadas con largos manteles blancos, y las sillas
forradas con telas del mismo color y sujetas por el respaldo con enormes lazos
dorados y azules. De un lado estaba la sinfónica que tocaba una melodía tras
otra, todas de los movimientos barroco y romántico.
Era la fiesta de recibimiento ofrecida al nuevo abogado Salvador
Arámburu, a ella habían acudido, como era de esperarse, la burguesía de origen
aristócrata de la región, toda esta “gente bien” estaba ahí reunida para
acompañar a la feliz familia que ya contaba con todo un profesionista.
Conversaban, se saludaban entre sí, pues todos se conocían y se
reconocían como pares. Los hombres vestían ropa fresca, fina y elegante, en
tonalidades refrescantes, las mujeres, frescos vestidos, de diseños exclusivos
hechos en textiles exquisitamente estampados con motivos estivales; las hojas
de los árboles enviaban a la atmósfera del lugar, una suave combinación de
aromas frutales, amaderados que se entremezclaba en el aire con agua de perfume
caro y que inundaba el espacio abierto al aire libre, con cada brevísima
agitación de hojas movidas por un casi imperceptible viento de verano caluroso.
Cristina y el Chel coordinaban a los meseros, que, ataviados con
el típico traje de algodón blanco, iban y venían con enormes bandejas cargadas
con entremeses y bebidas, en el interior de la casa, en la amplísima cocina,
laboraban sin descanso los cocineros contratados exclusivamente para esta
ocasión.
Chava y sus padres, iban de mesa en mesa para intercambiar saludos
con todos los invitados. Cuando llegaron a la mesa de los Bonany, el cabeza de
familia se puso en pie y dio un fuerte abrazo al recién titulado.
- Mi querida
familia, - dijo el ganadero de reses bravas, - deseamos de todo corazón, que
hayamos ganado un buen abogado, ya que a causa de la Ciencia Jurídica, perdimos
a un excelente torero.
- Muchas
gracias, - agradeció Chava, secundado por sus padres.
Entre abrazos, felicitaciones y buenos deseos en el desempeño de
su carrera, terminó la fiesta homenaje, fiesta, a la que por supuesto, Chío no
fue invitada, lo que no dejó de lamentar su querido amigo de la infancia a
pesar de que bien sabía que aunque así hubiera sido, ella, de todas formas, no
hubiese asistido, por prudencia, para no dar de qué hablar a la gente del
pueblo.
El despacho, el que con tanto amor habían diseñado sus padres,
estaba ya dispuesto y fue inaugurado y bendecido por el cura en el transcurso
de la recepción, ya sólo le faltaba que Chava laborara en él, a lo que estaba
decidido y por ello, había ya resuelto comenzar el lunes.
- Bueno hijo,
déjame decirte que ya estuve haciendo algunas gestiones para tu Notaría. Este
Alcalde ya se va, pero ya he acordado con el electo que solicitaría una Notaría
exclusiva para el pueblo, y por supuesto, ya he hecho lo necesario para que te
consideren a ti en primer lugar.
- Gracias
Papá.
- No me lo
agradezcas, ya sabes que ahora tienes que ser tú el que trabaje por el bien de
tu pueblo.
El discurso sonaba innegablemente incluyente, y por supuesto lo
era, incluía a todos los que Don Salvador consideraba como gente, el resto, era
invisible, parte del panorama, que sólo se podían incluir entre los
beneficiados del nuevo abogado según si se cumplían ciertas circunstancias que
obedecían a sus cánones existenciales.
- Pero, por
lo pronto, tendrás que ejercer en los tribunales, mientras se resuelve el
asunto de la patente notarial.
- Sí Papá,
eso ya lo tengo yo muy asumido y me parece bien, lo único que lamento, es que
ahora ya no podré ir tan a menudo a los tentaderos.
- Pues no,
cuando uno concluye los estudios, cambia radicalmente de vida, así que ahora
tendrás menos tiempo para tu afición, pero no te preocupes, seguramente que de
vez en cuando podrás apaciguar las ganas de toro.
- Seguramente.
Efectivamente, Chava pudo seguir toreando vaquillas, aunque de
forma mucho más esporádica, sin embargo, siguió practicando constantemente el
toreo de salón con el que había alcanzado ya un nivel en grado superlativo.
Desde hacía ya varios años, en los tiempos del Chava
universitario, la Fiesta Brava que se celebraba en las fiestas en Honor al Gran
Poder de Dios, había evolucionado sustancialmente, no porque la plaza haya
cambiado, sino porque lo sustancial de la fiesta, toro y torero eran ahora de
cartel de postín.
Los toros que ahora se lidiaban, eran de las ganaderías más
prestigiadas de toda la región y los toreros eran novilleros y matadores de la
baraja nacional de primer nivel, todo lo demás, seguía intacto.
Aquélla tarde de fines de enero, fue clave en la vida de Chava;
Chava, abogado titulado y trabajador del Derecho, estaba ya de regreso a casa
después de un largo día de litigios en la Ciudad. Cansado, sintió la necesidad
de hacer una pausa en el camino, decidió que en el próximo pueblo se tomaría
algo, aprovechaba también a despejar la mente y a estirar el cuerpo antes de
retomar la carretera al frente del volante de su flamante coche.
Entró a una tienda típica de pueblo, en donde se vende de todo,
desde refrescos y sándwiches, hasta cosméticos. Se dispuso a tomar
tranquilamente una coca cola aturdidoramente helada que al contraste con la
temperatura húmeda del ambiente, daba la impresión que su envase tenía poros
por los que filtraban gotas de agua y lo humedecían todo. Parecía que el negro
líquido invento del imperio yanqui le reanimaba y le ahuyentaba el
adormilamiento que ya llevaba. Despertó definitivamente cuando al comercio
rural entraron dos chicos un poco sucios y bastante mal vestidos que al
instante lo reconocieron.
- ¿Qué tal
Maestro? ¡qué gusto!
Chava los miró tratando de reconocerlos, pero al instante, el otro
de los muchachos le ayudó a recordar:
•
¿Se acuerda
de nosotros? Estuvimos como sus subalternos en la tienta de la ganadería de los
Bonany.
La cara de Chava se iluminó de alegría, se encontraba entre
colegas.
- ¿Qué tal?
¡qué agradable sorpresa!
Chava les saludó con un sincero abrazo.
- ¿Qué hacen
por aquí?
- Yo,
acompañando aquí a Fernando, a ver si logramos convencer al Comité Organizador
de las Fiestas del Gran Poder de Dios para que lo incluya en el cartel.
- ¿A mi
pueblo, a las fiestas de mayo te refieres?
- Sí, eso
mismo.
- ¿Y tú no
toreas ya?
- Sí, pero ya
he conseguido algunas corridas en el Norte del país, justo en mayo, alguna es
más parecido a una capea, pero alguna que otra es más formalita. Así que por
ahora ya tengo buenas fechas en la agenda.
- Yo he
corrido con menos suerte, Maestro, todavía no consigo engancharme a una.
- En primer
lugar no me llamen Maestro, que no lo soy, sólo soy un aficionado, soy menos
profesional que ustedes, así que llámenme Salvador, bueno Chava para los cuates
como ustedes; en segundo lugar, no sé si sabes cómo está esto de las corridas
en mi pueblo, ahora son ya más formalitas y procuran traer a algunas Figuras, y
el resto, lo rellenan con otra gente que está más abajo del escalafón, es ahí
en donde pienso que podrías entrar tú.
- Eso
pretendo, por eso voy desde ahora, para tratar de amarrar algún contrato, con
tiempo, así cuando llegue Mayo, ya tengo estas corridas por lo menos.
- Antes era
más fácil meterse al cartel no siendo figura, - explicó Chava, -aunque habían
también sus mandones, no te creas, que le cerraban el paso a unos cuantos, pero
claro, no lo podían acaparar todo, y algo quedaba para los demás; en ese
aspecto era más fácil, aunque también te digo, que el toreo como faena, era más
difícil, eran toros cebús, primero y después, toros de media casta; había que
batallar mucho para arrancarles pases y ligar unos cuantos.
- También
hemos tenido que entrarle a alguno de esos, no te creas, - dijo el Gitano.
- Y ¿ya
tienen en dónde alojarse?
- Uy, donde
siempre, en cualquier lado, bajo el manto protector del cielo.
- ¿Y en qué
andan?
- Pues de
aventón en aventón y un poco a pie.
- Pues ahora
se vienen conmigo que voy para allá, sólo me paré a descansar un poco. Y no se preocupen,
ya les buscaré hospedaje, y, mañana les llevó con el Presidente del Comité
Organizador.
- Bueno, yo,
la verdad, ahora que te veo ya con mejores perspectivas, Fernando, creo que
mejor me voy mañana a primera hora para seguir buscando oportunidades para los
dos.
- Sí, no te
preocupes, - le contestó el aludido.
Cuando Chava llegó a casa acompañado por los dos muchachos, pues
había decidido darles alojamiento, Doña Fátima se indignó, lo llamó
disimuladamente por separado y le reclamó:
•
¿Qué haces?
¿cómo me traes a esos dos andrajosos aquí?
- Mamá por
favor, no te enfades, son toreros.
- ¡Encima,
son toreros! Pero ¿tú estás loco? ¿cómo te atreves a traer aquí a esos dos
desconocidos, y encima toreros, que me imagino que no compartirán cartel ni con
Ponce ni con Joselito.
- Cálmate
mamá, yo los conozco, puedes estar tranquila, además, no se van a quedar mucho
tiempo, mira, mañana se va a primera hora uno de ellos.
•
Mira
Salvador …
•
Uy, mamá
ahora sí sé que estás muy enojada, casi nunca me has llamado Salvador, sólo
cuando estas furiosa conmigo.
•
Pues sí, y
muy clarito te digo, no le quites ojos a esos dos, no quiero que vayan a meter
a esta casa, a ninguna mujer, que estos del mundillo tienen fama por sus
vergonzosos desmanes, así que tú, no les quites ojo ¡ni para dormir! ¿me has
oído? Cuidadito con que metan mujeres o se roben algo.
•
No te
preocupes mamá, yo me encargo, - Chava dio por terminada la discusión, que más
bien era regañina, dándole un beso cariñoso a su madre en la frente, y fue a
reunirse con los torerillos para conducirlos a una habitación.
•
Disculpa
Chava, - dijo el Gitano, - si te estamos ocasionando algún problema familiar,
no te apures, nosotros nos arreglamos.
•
Bueno, mi
mamá es así, no se preocupen, yo ya he hablado con ella y no hay problema ya,
de verdad, créanme, le prometí que se iban a portar bien, que nada de mujeres
ni nada de nada en esta casa.
•
¡Órale!
¿nos conoce? – preguntaron los dos al unísono entre carcajadas.
•
Par de
bribones, ya saben, ¿eh? He tenido que dejar empeñada mi palabra, no me fallen,
- les advirtió divertido Chava, pero sentenciador.
•
No te
preocupes Chava, no somos tan malos.
•
Bueno, -
acomódense y vienen a cenar,
•
Oye, nos
bañamos un poco ¿no? Si no, menos nos va querer tu Jefa.
•
Bueno, pero
no tarden, le voy a decir a Cristina que les traiga lo que necesitan.
•
¿Y qué tal
está la tal Cristina?
La expresión en la cara de Chava cambió de jovial a ogro, al
advertirlo, el Gitano se dio prisa en aclarar:
•
Que no
hombre, que no, que es broma, no te enfades, te prometemos que somos pobres
pero decentes, y nuestros desmanes los hacemos en otros lados.
•
Bueno, eso
espero, -dijo Chava muy serio.
•
Te lo
prometemos, - respondió el Gitano.
•
No le hagas
caso a este, ya le conocerás, éste la única novia que tiene es la muleta, vive
solo para ella, su lengua es más larga que su experiencia con mujeres.
•
Perdóname
Chava, sólo era broma, no quise fastidiar – se disculpó una vez más el Gitano.
•
Bueno,
nada, no te preocupes, dentro de un rato vengo a buscarlos para cenar.
Al salir de la habitación, se encontró con su Padre, que le
condujo a un lugar más discreto en donde no pudieran ser oídos.
•
¿Sabes el
disgusto que tiene tu madre? ¿cómo se te ha ocurrido meter en casa a esos dos?
•
Papá, ya le
expliqué a mamá que no tiene de qué preocuparse.
•
Pues ahora
tienes que explicármelo a mí
•
Les
conozco, y no tienen a donde llegar, andan consiguiendo contratos, no se van a
quedar por mucho tiempo.
•
Me parece
muy bien, pero no sé por qué tenías que hospedarlos aquí, que es lo único que
tiene enfadada a tu madre, y para serte sincero, a mí también me tiene muy
intranquilo.
•
Papá, por
favor, confía en mí, no va a pasar nada.
•
Bueno, está
bien, ¿ya cenaron?
•
No, se van
a bañar primero, creo que no tardarán.
•
Bueno.
Cuando los tres jóvenes se presentaron a la mesa, solamente estaba
Don Salvador, Chava hizo las presentaciones, que resultaron muy formales y
hasta de etiqueta, los muchachos tenían ya otra pinta con la ropa que Chava les
había prestado. Cuando hizo acto de presencia doña Fátima, los dos muchachos se
pusieron en pie y la saludaron con exquisita educación. Chava estaba gratamente
sorprendido ¿en dónde y a qué hora habían aprendido esos modales?
¡Qué cosas tan sorprendentes tiene el mundo del toro! Pone a tono
a cualquiera que se haya abierto paso por sí mismo en él, forja la personalidad
a base de vivir casi siempre en los extremos, hoy dormir en la calle, mañana en
un palacio, hoy de restaurantes, mañana, si acaso hay suerte, a pan y agua.
La cena resultó hasta agradable, Doña Fátima solo intervino cuando
se comentó la partida del Gitano.
. ¿A qué hora
piensas salir? - Le preguntó el joven anfitrión.
- No lo sé,
¿a qué hora pasa el primer autobús?
- Muy
temprano, a las ocho, - informó Chava.
- Pues en ese
me voy.
- Le indicaré
a Cristina que le prepare el desayuno a las siete, - intervino al fin, Doña
Fátima.
- No es
necesario que se moleste, señora, ya tomaré algo ahí fuera, mientras espero al
autobús.
- De ninguna
manera, los invitados de esta casa siempre se han ido como Dios manda, así que
usted desayuna aquí.
- Muchas gracias,
Señora.
El Gitano sabía muy bien que más que cortesía, lo de la señora era
precaución, a la criada, además de encomendarle la preparación del desayuno, la
tarea más importante que le encargaría era la de vigilar sus movimientos para
cuidar que no sustrajera nada de la casa, un prejuicio que nada tenía que ver
con su nombre profesional, sino simplemente, por su extracción social. De todas
formas, el Gitano mantuvo el tono cortés.
Después de la cena, conversaron brevemente, luego, los muchachos
se despidieron y se fueron a descansar para poder estar, el uno, a primera hora
tomando el autobús y el segundo, con el mejor semblante para conseguir alguna
corrida.
Al amanecer, cuando el Gitano despertó, no solo lo esperaba
Cristina, sino Chava, Fernando se había ya despedido de él y se había vuelto a
dormir.
- ¿Por qué te
pusiste la ropa con la que llegaste?
- Porque la
otra no es mía.
- Sí lo es,
es tuya.
- ¿Cómo
crees? No te la puedo aceptar.
- Anda,
llévatela, esa, y esta que te preparé, - le dijo entregándole un maletín en
donde cabrían unas dos mudas, - anda, que no es un regalo, esto te va a costar
un brindis en la Monumental de la Capital.
- Eso está
hecho.
- Seguro.
Se despidieron, el Gitano le agradeció una vez más sus atenciones,
y Chava le deseó suerte.
- Ya sabes,
la pata pa`lante.
- Tenlo por
seguro que así será.
Una hora más tarde, estaban ya Chava y Fernando en la mesa
desayunando junto con el matrimonio Arámburu.
- ¿En dónde
puedo localizar a los organizadores de la corrida?
- Yo te
acompaño, yo creo que habrá alguien a las nueve de la mañana, - dijo Chava
mientras se llevaba un trocito de papaya a la boca.
- ¡Ah qué
bien! te lo agradezco.
Se fueron a pie a las oficinas del Comité Organizador, ahí, se
encontraba el Presidente.
- Don
Romualdo, buenos días, - saludó Chava que estaba en la puerta, y a su lado,
Fernando, quien también saludó con un “buenos días”.
- ¡Hola! ¿qué
tal?, pasen, pasen, ¿a qué debo el gusto mi estimado abogado?
- Antes que
nada, ¿qué tal todo?
- Bien,
estamos ya de lleno en la organización de las fiestas, ya sabes, son muy
chulas, pero cuestan un dineral, y aquí me tienes, entre sumas y combinaciones
para estirar el presupuesto al máximo.
- ¿Qué tal va
el tema de los carteles, Don Romualdo?
- Pues no lo
sé, estoy tratando de formar uno con el Zotoluco y otros dos novilleros, me
gustaría que viniera el triunfador de la temporada novilleril y alguno otro,
pero no estoy seguro sobre a quién traer.
- Mire Don
Romualdo, le presento a Fernando, un antiguo conocido y subalterno mío en
algunas tientas. Anda buscando alguna oportunidad.
Don Romualdo saludó al Joven y le preguntó:
- Pero ¿tú
has toreado o eres banderillero?
- En realidad
soy novillero, sí, he toreado en distintos pueblos del norte, el centro y el
sur del país, pero ya sabe usted que, a los que nos toca andar en la guerra,
aprovechamos cualquier papel en el ruedo, y por eso, como le ha dicho el
abogado Salvador, cuando he tenido que poner banderillas, pues las he puesto.
- Los que hay
aquí son toros, no novillos ¿lo sabías? Aunque traemos novilleros para que
alternen con matadores, matan toros, en toda regla, es decir, aquí ejercen
todos de toreros, lo hacemos por ajuste de presupuesto.
- Por mí,
encantado, los que estamos en este mundo empezando desde abajo, ya sabemos que
tenemos que entrarle a todo, a vaquillas, a banderillas, a mozo de espadas, a
novilleros y a matadores, lo que nos echen siempre viene bien, es parte del
fogueo y de la supervivencia para poder continuar, esto es así, aquí en este
pueblo y en todos por donde hacemos la guerra.
- Bueno, sí,
es evidente que estás bastante enterado de la situación, por lo que también
podrás entender que lo que te podemos pagar, aún no lo sé, porque ya sabes que
me tengo que atener a lo que cobran los de primera línea del escalafón, y, te
soy sincero, lo tuyo dependería de lo que sobre.
Chava quiso intervenir por verlo oportunista y un aprovechado de
la situación de debilidad en la que se encontraba el muchacho, pero este,
reaccionó con gran profesionalidad adelantándosele hábilmente.
- Lo entiendo
perfectamente, sólo me gustaría que me diera una estimación de mis honorarios,
y muy importante, ¿de cuantas corridas estaríamos hablando?
- De dos, la
del sábado y la del domingo que es cuando se torean los toros, pues el jueves y
el viernes solamente se sueltan vaquillas para los aficionados porque
entendemos que la gente que trabaja fuera, sólo puede venir a disfrutar de las
fiestas el fin de semana.
- Pues si
usted me dice una cantidad estimada y consta por contrato, yo toreo en el
pueblo.
- Bueno, si
quieres, déjame echar algunas cuentas y ver si concreto algo con los
representantes para poder redactar el contrato y a ver qué te parece.
- De acuerdo,
¿de cuándo estamos hablando?
- Mañana a
esta hora.
- Mañana a
esta hora, - corroboró Fernando.
Al salir, Chava le dijo que le reconocía la habilidad para tratar
de atar algún compromiso del Presidente.
- Pero ¿no
saldrás perjudicado?
- Hombre, que
se vaya a aprovechar, eso te lo firmo ahora, pero tengo los pies puestos en la
tierra, lo único a lo que puedo comprometerle es a que me garantice una
cantidad aproximada, que lo ponga por escrito y así, tendré las dos tardes, y,
además, cosa que no me esperaba, torearé toros, eso sí que es bueno.
- De todas
formas, debiste dar tú una cantidad exacta y que la pusiera por contrato.
- No la va a poner
exacta, pero aún así, hay que ser realistas, yo todavía no soy nadie, voy a
alternar con un matador y con un novillero, ambos de postín, seguro que la
prensa estará, y eso me interesa, me interesa mucho, de todos modos, habrá qué
esperar a mañana a ver cómo se dan las cosas.
- Sí, bueno,
pues mañana volvemos
- ¿Me vas a
acompañar?, - preguntó con visible satisfacción.
- Pues claro,
no me lo perdería por nada del mundo.
- Gracias.
- ¿Tienes
traje?
- Pues la
verdad que todavía no, pero creo que de aquí a mayo, hay tiempo suficiente para
tratar de conseguir alguno.
- ¿No tienes
ninguno?
- No, nunca
he tenido, siempre he toreado en pueblos, así que con los pantalones de
mezclilla y la camisa a cuadros he tenido que torear algunas veces, otras,
cuando no alternamos el Gitano y yo, él me presta el suyo, pero en mayo, él ya
tiene corridas contratadas y muy lejos de aquí, así que en esta ocasión, tendré
que buscar alguno en alquiler o arreglármelas como mejor pueda.
- ¿Sabes? Me
gustaría que conocieras a una persona que sé que le encantaría hablar contigo,
y se me está ocurriendo que a lo mejor pueda ayudarnos.
- Ayudarnos
¿en qué?
- Pues en
¿Qué va a ser? Pues en lo del traje ¿no te gustaría tener tu propio traje?
- No me irás
a disfrazar de torero de carnaval ¿no?
Chava rió espontáneamente ante el temor del torero y todavía se
carcajeó más cuando escuchó la advertencia del muchacho.
- Que
prefiero salir en pantalones de mezclilla antes que ponerme payasadas ¿eh?
- Entonces sí
que no toreas, eso, en otros tiempos cuando las corridas aquí eran más austeras
lo hubieras podido hacer, pero ahora no te dejarían, desentonarías con tus
alternantes y con el resto de la cuadrilla que vienen de luces, luces.
- Bueno, con
tal de torear, tendré que ponerme de luces de pueblo.
- Que no
hombre, mira, le preguntamos a esta persona qué tal lo ve.
- Pues no sé
qué tal lo vaya a ver, pero yo ya me lo estoy visionando fatal, me veo con
lentejuelas y chaquiras.
- Que no, si
no se puede, ella nos lo dirá, pero antes, tenemos que ir a la iglesia.
- Sí por
favor, necesito encomendar mi buen gusto por los ternos al Señor.
- ¡Sangrón!
- ¿A poco el
cura nos va a ayudar a conseguir el traje de luces?
- En cierta
forma, sí, puede que sí.
- Pero tu
dijiste “ella”, ¿son modernos en este pueblo que tienen sacerdotisa o qué?
- ¡Qué va a
ser moderno ni que nada! Ven vamos a entrar.
Ya en la sacristía, que fue en donde encontraron al párroco y
después de los afectuosos saludos y presentaciones correspondientes, Chava
entró en materia:
- Padre,
quería pedirle un favor.
- Tú dirás,
Chava.
- Es que me
gustaría hablar con Chío, pero usted sabe que eso es imposible.
- Bueno, si
es imposible, ¿por qué vienes a pedírmelo a mí? Pues ¿qué te has creído que es
la iglesia? ¿Una casa de citas y su párroco un alcahuete?
- No exagere
padre, es un favor que le pido, no es para nada malo, al contrario, es para ver
si se le puede ayudar a este muchacho que es muy probable que toree este año
aquí.
- Y ¿en qué
te puede ayudar la pobre Chío con eso? Si la pobre infeliz no va ni a las
corridas.
- Chío tiene
fama de que costura muy bien.
- Sí, ¿y qué?
- Pues que
Fernando no tiene traje de luces y a mí se me ocurrió, que Chío, con todo lo
que le camela el toreo y todo lo que sabe y tantas veces que ha visto aquél
traje que fue de su difunto padre…
- Que Dios lo
tenga en su Santa Gloria, - abundó el cura levantando hacia el cielo la mano
derecha.
- Sí, -
contestó Chava santiguándose, - como le decía, que tal vez, ella pudiera
confeccionarle uno.
- ¿Y por qué
no lo compra o lo encarga con esos sastres especialistas en estos trajes?
- Pues,
disculpe, padre, - intervino Fernando, - porque con lo que cuestan me resulta
imposible pagarlo, por ahora tengo que apañármelas como pueda.
- Ya
entiendo, pero, no veo como podré traer a Chío aquí sin levantar suspicacias.
Fernando tenía cara de no entender nada, cosa que advirtió Chava y
entonces le explicó:
- Es que es
huérfana de padre y madre, y no tiene más familia, así que no sale a la calle
más que para lo necesario, por no tener chaperona, claro.
- Ah, ya
entiendo, pobre.
- Bueno,
hijo, lo que me pides está muy difícil, en primera, porque no creo que sea
correcto.
- Ande padre,
por favor, háganos ese favor.
Convenció al cura y éste decidió que iría él mismo a buscarla. Así
lo hizo, mientras los otros dos esperaban en la oficina parroquial. El párroco llegó
andando hasta la casa de Chío, cuando estuvo ante la puerta principal, tocó
tres veces, no sin preocupación, pero actuando con autoridad y decisión, y
temiendo que en cualquier momento pasase alguien y le viera llamando a la
puerta de la muchacha. Nadie, ningún extranjero, entendería la preocupación del
cura, pero todos los del país sí, y en este caso, los del pueblo se
preguntarían con recelo ¿para qué querría ver el cura a Chío?
El “piensa mal y acertarás” dominan la forma de ver la vida de los
demás en este pueblo. La visita del cura a Chío podría levantar comentarios
malintencionados, pero, por alguna razón que ni él comprendía, se había dejado
convencer por Chava y ahora, estaba haciéndole el favor de concertarle una cita
en la iglesia, lo único que le quedaba ahora, era confiar en la Divina
Providencia para que todo saliera bien.
Parecía ser que la Divina Providencia le estaba escuchando, pues
todo seguía en orden y no se veía ni un alma pasar por ahí. Chío, al oír al
llamado, se asomó desde el postigo, sorprendida y extrañada, saludó al cura e
hizo amago de abrirle la puerta, pero fue interrumpida rápidamente por el cura
quien le informó:
- Hija, vengo
porque Chava me lo ha pedido, dice que necesita hablar contigo, que si quieres,
te reúnas con él en la iglesia.
- ¿Sabe usted
para qué es?
- Creo que
quiere hacerte un encargo especial.
- ¿Qué
encargo?
- Uno de
costura.
- Qué raro.
- Bueno ¿qué
le digo? Oye, no te sientas obligada conmigo, yo ni entro ni salgo, es sólo que
me lo suplicó tanto porque no encontraba otra manera menos arriesgada para
poder hablar contigo, y a decir verdad, no sé ni por qué accedí a hacerle el
favor, Dios quiera que nadie salga perjudicado.
- Está bien,
padre, en un momento estoy allá, que me espere, no tardo nada.
- Bueno hija,
pues me voy a decirle.
- Sí padre.
Chío, aunque intrigada, no perdió el tiempo en pensar la razón por
la cual Chava querría que ella le hiciera algún trabajo, sino que se preparó a
toda prisa y salió rumbo a la ¿en dónde les vería? ¿En la sacristía, o en dónde?
Cuando llegó, decidió entrar por el lado del templo, es mejor a los ojos
públicos que esconderse.
Cuando entró, el templo estaba vacío, normal a esas horas, entró y
se sentó en uno de los bancos, casi al instante, aparecieron el cura y los dos
muchachos.
- Hola Chío,
-dijo Chan Chava,- ¿cómo estás?
- Bien,
gracias, dime, ¿para qué deseabas hablar conmigo?
- Mira, te
presento a un amigo.
El torero le ofreció la mano, Chío estaba sorprendida e intrigada
¿desde cuándo Chava tenía estas amistades? Porque el chico no tenía pinta de
pertenecer a la élite de ningún círculo burgués o aristócrata, por el
contrario, nunca le había conocido un amigo con rasgos marcadamente indígenas y
de piel más morena que la de ella.
- Mucho
gusto, señorita.
- Gracias, igualmente,
-respondió con cortesía.
- Chío, es
torero, - le advirtió e informó Chava.
- Ah, - dijo
la muchacha con visible sorpresa grata, y entonces comprendió: “es que es
torero”.
- Es muy
probable que toree este año aquí, sólo tiene un problema, que cuando le toca
vestir estrictamente de luces, tiene que pasar una odisea para conseguirse un
traje ¿qué tal se te da hacer trajes de luces Chío?
- Supongo que
bien, el problema es conseguir los alamares, sobre todo, los colgantes de la
casaquilla y los machos.
- Bueno, pero
eso se podrá sustituir con lentejuelitas, ¿no hija? –preguntó sinceramente
animado el cura que sin darse cuenta, ya estaba metido de lleno en el ajo, - y
los colgantes esos, seguro que podrá encontrarse algo parecido.
- No, padre,
disculpe, deje hablar a la gachí, que se le ve que chanela, - dijo Fernando
embelesado con la muchacha.
- El problema
de las lentejuelas es que las doradas y plateadas pierden pronto su brillo,
además, se nota que son lentejuelas, y el traje es de luces, no de foquitos,
padre, se nota, se va a parecer a los toreros de antes, de los de cebús, y
ahora, que vienen figuras, un traje de lentejuelas se le va a notar muy
modestito.
Fernando la escuchaba con atención y la miraba con interés, Chío
no se mostraba perturbada, a decir verdad, el poner en marcha la mente en
tratar de idear un terno digno para el aspirante, no le permitía reparar en los
detalles ambientales, entiéndase por esto, el desmedido interés que mostraba el
torero.
- Y ¿qué
sugiere usted?, - le preguntó Fernando.
- Eso es en
lo que estoy pensando, la tela sí podrá conseguirse, por lo menos de la misma
calidad y muy parecida a la de un traje de sastrería taurina de primera, en la
Ciudad, en la tienda de Doña Mirto, estoy segura de que si no lo tienen, pueden
tenerlo en breve tiempo, pero como les he dicho, el problema son los alamares y
sobre todo, los colgantes, también depende del presupuesto.
Chava miró al muchacho como preguntándole por el presupuesto con
el que podría contar para tal fin.
- Casi nulo,
o nulo ya de plano, la verdad que solo he podido ahorrar como para un traje de
lentejuelas, pero me niego a malgastarlo así, siempre he preferido esperarme a
poder comprar uno de sastrería taurina.
- Bien
pensado, - dijo Chío - ¿tienes montera y zapatillas?
- Montera sí,
zapatillas no.
- Pero el
traje, entonces ¿qué van a hacer ustedes con el traje? – preguntó el cura.
- Para
empezar, comprar una buena tela, luego, buscar la forma de sustituir los
alamares dorados por otra cosa, estoy pensando, - Chío reflexionaba profundamente,
- recuerdo haber leído a Paco Malgesto cuando hablaba sobre un traje de
Armillita, que lo describía como de azúcar, no recuerdo si era rosado con
pasamanería blanca o plateada, pero me está dando la idea.
- El rosado
es un color bonito para un traje de torero, - dijo Fernando que la seguía con
atención.
- Sí, pero en
las circunstancias de… ¿cómo me dijiste que te llamas? – preguntó Chío con
falsedad, pues recordaba perfectamente el nombre con el que se había presentado
el aspirante a torero, pero con sabiduría femenina quiso dar la impresión que
le interesaba poco como hombre, cosa que también era falsa, las miradas que el
muchacho le clavaba y el saberlo torero, condición que lo hacía sumamente
interesante, empezaban a perturbarle el pensamiento, pero no se iba a rendir,
así que siguió tratando de concentrar toda su atención en el diseño del traje
taurino.
- Fernando, -
informó inmediatamente el aludido.
- Sí, en el
caso de Fernando, - retomó su intervención, - sus circunstancias puede que le
dificulten la limpieza del traje, además ¿de dónde sacamos los adornos
plateados o blancos?... podría ser, tal vez con sutage, del bueno.
- ¿Qué es
sutage? Preguntaron los tres legos en sastrería.
- Una cinta,
o más bien cordoncillo muy versátil, pero.. – seguía hablando Chío en forma
pausada, para poder acompasar sus palabras a la velocidad de las ideas que le
iban fluyendo sobre el diseño del traje, - si sólo se hace de sutage quedaría
muy pálido, necesitaría algo de luz, para alegrarlo y así, volvemos al problema
de las chaquiras y lentejuelas que no queremos.
- Hija, yo no
le veo lo malo, -dijo el cura.
- Es que se
va a notar mucho la modestia del traje, padre, - informó Chío.
- Bueno, ¿qué
más da? Si lo importante es que el muchacho eche la pata pa`lante, ¿no? – dijo el
cura.
- Sí, eso es
lo único que importa, - concedió Chío, - pero si quiere empezar bien la tarde,
con un traje bonito, se empieza a estar bien en el ruedo desde el paseíllo
hasta la salida a hombros; el traje ayuda un poco a las figuras.
“Definitivamente, esta gachí chanela”, - pensó
Fernando.
- Bueno,
entonces si no es rosado y con el famoso sutage por no tener brillitos, ¿con
qué lo hacemos, entonces?, - preguntó Chava.
- Pues es en
lo que estoy pensando, -respondió la modista.
- Tal vez si
la cinta o cordoncillo ese que dices tú, no fuera blanco sobre tela rosada,
sino de un color más vivo, a lo mejor, rojo y negro, - sugirió Chava.
- El otro
problema es que a lo mejor, el sutage en la primera lavada podría desteñir, y
manchar un poco el resto del traje… o estoy pensando, que … en lugar de azúcar,
podría ser algo igual de dulce, algo como un helado de chocolate y fresa, no
sé, marrón, color chocolate y sutage rojo, por ejemplo … o, se me está
ocurriendo, ¿tienes capote de paseo?
- No.
Tampoco.
- Ah pero eso
es fácil, Chío, eso puede ir con Xoc bi chuy ¿no Chío? Como los de los toreros
de antes.
- Sí, esos
estaban muy bien, por eso se me está ocurriendo que el traje puede ser también
adornado con bordados, de flores de colores, parecido a los ternos de los
trajes regionales.
- Disculpe,
me gusta la idea, ya me lo estoy imaginando, algunos trajes regionales he
visto, y en la taleguilla y la casaquilla quedarían bonitos, - la apoyó
Fernando, - me está gustando la idea.
- Pero hija,
y el hilo del bordado ¿no destiñe también?
- Puede ser
que sí, algunos lo hacen, pero entonces, podemos desechar por completo la
imagen de la repostería y hacer el traje negro con colores vivos, rojo, verde,
rosado, morado, flores multicolores con hojas verdes, todos tonos matizados,
con estos colores fuertes, se daría vida al negro y no correremos el riesgo de
que, si destiñen, estropeen el resto del traje. Además, si son varios colores,
a la hora de combinarlos con la pañoleta y la faja, resultará más versátil,
pues si logramos un equilibrio en los colores del bordado, podrá usar
cualquiera de ellos en los complementos, con cualquiera quedará bien, y esto,
todos los críticos taurinos lo apreciarán, pues el que conoce la Fiesta, sabe
que el mejor gusto lo tiene el torero que lleva el corbatín y la faja del mismo
color que domina en el resto del traje, y esto es un punto a favor, luego, por
supuesto, el grueso de una crítica favorable se gana frente al toro.
Definitivamente, la chica chanelaba, le empezaba a camelar en
serio al maletilla.
- Me parece
una idea genial, - dijo sinceramente entusiasmado.
- ¿Y los
machos y los colgantes de la casaquilla? – preguntó Chava.
- ¿Y el
chalequillo?, -completó Chío. El chalequillo debe, a fuerza, llevar plata u oro
para distinguirse.
- Y esos
problemas, ¿cómo lo solucionamos? – quiso saber el cura.
- Tal vez,
sugiero, digo, - dijo Chío, eligiendo cuidadosamente sus palabras, - que si
puedes, emplea tus ahorros en comprar hilo de plata y de oro, sólo un poco,
para la parte visible del chalequillo y sobre todo, dorado para simular unas
cintas colgantes en la taleguilla a manera de machos, pero tiene que ser hilo
muy bueno, de oro, no dorado ni plateado, ese se nota lo que es y se
descascara. Sólo se necesita un poco, yo creo que sí podría estar al alcance de
cualquier capital.
- ¿Y los
colgantes de la casaquilla? –intervino el párroco.
- Chío, -dijo
ahora Chava, - ¿y los colgantes del traje de tu papá?
- No, esos,
además de que no doy nada de ese traje, aunque yo hiciera el sacrificio, no
servirían de mucho, cuando lo compró mi papá, ya era bastante viejo hasta para
los toreros que alquilaban trajes, por eso lo compró mi papá, por estar ya
fuera del comercio, tenía un precio más que asequible, y ya hace tiempo de eso,
con lo cual ya te puedes imaginar lo viejo que es, los colgantes están
realmente retostados por el tiempo, se le caerían a pedacitos en el ruedo.
- No, no
desbarate nada del traje de su padre, señorita, se ve que le guarda mucho
cariño, y le agradezco todas las molestias que se está tomando conmigo.
- No hay nada
que agradecer, si es amigo de Chava, ayudo en lo que pueda, además, estoy
segura de que si mi padre viviera, él, personalmente, le hubiera echado una
mano, también lo hago porque sé que lo vería con buenos ojos.
- Gracias,
nuevamente.
- Bueno, y al
final, ¿cómo va a quedar el traje? Ya me he perdido totalmente, - retomó el
tema el Cura.
- Fácil, -
empezó a concretar Chío, - tela de raso, muy bueno, van y lo compran con Doña
Mirto, le explican para qué es, díganle que lo quieren bueno, lo más fiel al
traje de luces, ahí mismo, compran el hilo de oro y de plata, dos carretes del
primero y uno del segundo, de los carretes grandes, si son más pequeños hay que
comprar más de ellos.
- Hija, yo se
que eres buena costurera, ¿pero te va a dar tiempo de hacer xoc bi chuy? – dijo
el padre preocupado.
- Es que no
va a ser de xoc bi chuy, por lo menos el terno no, el capote, pueden encargarlo
a una bordadora del pueblo, yo se los corto y lo llevan con alguna bordadora
que de seguro cobrará barato, pero si lo quieren así, tienen que traerme la
tela ya, ahora, para que puedan tenerlo listo a tiempo; en cuanto al terno, el
bordado será más relleno, el xoc bi chuy, es precioso pero a la distancia,
puede perder vistosidad, rellenará más la vista un bordado más recargado, y ese
es más rápido de hacer.
- Cuenta con
ello, mañana o pasado tendrás todo el material - le aseguró Chava.
- Bueno, eso
contando que Doña Mirto le tenga, si no, habrá que esperar a que lo pida y le
llegue, lo que tardará una semana, más o menos, - contestó Chío.
- Bueno, no importa,
mañana o pasado nos vamos a la ciudad a comprar la tela, - remató Chava.
- Bien, me la
hacen llegar con alguien de la iglesia, por favor, en cuanto la tengan.
- No te
preocupes, hija, le pediré el favor a Sor María que te la lleve, - se ofreció
el Cura.
- Disculpen,
- intervino por fin, el principal interesado, el futuro dueño del traje, - dos
cositas quedan pendientes, una, sus honorarios por hacer el traje, y la otra,
los colgantes de la casaquilla.
- Empezaré
bordando la taleguilla y el chalequillo, haré la camisa, el corbatín, ¡ah, eso!
– recordó Chío este detalle, - de la misma tela, a la de raso me refiero,
compren también un poco de uno de los colores de los hilos con los que se
bordarán las flores, puede ser del mismo tono de verde de las hojas, o puede
ser, como les he dicho, de alguno de las flores, rojo, morado, rosado; traigan
suficiente tela para corbatín y faja; bueno, pues empezaré con todo ello, dando
tiempo para ver si puedes conseguir los colgantes en la Capital, si para cuando
yo empiece la casaquilla, todavía no los tengo, le adornaré los contornos con
filigrana en hilo de oro, no te preocupes, quedará bien.
- Chío, mejor
nos apuntas con lujo de detalles lo que necesitas, porque la verdad, ya me hice
bolas, ya no sé ni qué es lo que tenemos que comprar, - le pidió Chava.
- Sí, yo te
apunto el color y la marca de los hilos, las cantidades y todo, y te pongo lo
que le vas a pedir a Doña Mirto. Mira, también voy a necesitar, en el caso de
que no consigan los colgantes, hilo de seda para la filigrana, pero ese puede
esperar un poco hasta ver qué es lo que va a pasar con los colgantes.
- Eso, así
está mejor.
- Señorita,
¿y sus honorarios?
- Nada, si es
un pedido de Chava, nada, - dijo Chío mirando a su amigo de la infancia con
ojos de nostalgia.
- Gracias
Chío, siempre has sido una excelente amiga.
- Pero yo
sigo viendo dos problemas que hay que resolver ya, porque ya llevamos mucho
tiempo con esto, y pronto empezará a entrar la gente y porque lo más seguro es
que no se vuelvan a reunir. Uno, es el tema de las medidas para hacerle el
traje, y otro, pues son las pruebas.
- Sí Chío,
hay que tomarle las medidas rápidamente.
Fernando se ilusionó momentáneamente, la muchacha le iba a tomar
las medidas, pero al instante se preocupó, lo iba a pasar más bien mal,
pensándolo mejor, no quería tenerla demasiado cerca, podía pasar apuros,
aquí, delante del cura, de Chava y delante de un montón de santos y vírgenes,
“¡Jesucristo! Tendré que concentrarme en otra cosa mientras me toma las medidas
para no pasar vergüenzas”, - pensaba angustiado.
- ¡Chava!
¿cómo crees que la muchacha va a tomarle las medidas al caballero? ¿a ti qué te
pasa?
- Uy, Padre,
perdón, pero entonces, ¿cómo va a saber de qué tamaño debe hacer el traje?
Menos mal que Chío contestó rápidamente:
- Eso no puedo
hacerlo, tendrán que arreglárselas, pídanle el favor a un sastre o qué se yo,
cuando me traigan la tela y los hilos, me dan por escrito las medidas.
Fernando respiró aliviado, aunque con un discreto sentimiento de
desilusión también, pues tampoco hubiese estado del todo mal pasar por tan
grato tormento.
- Hijos,
hijos ¿y las zapatillas?, - el Padre Tun, se había metido espontáneamente de
lleno en el asunto taurino, no perdía detalle.
- Ah, es
verdad ¿y las zapatillas?, - secundó Chava.
- Ah, pues
eso sí ya no sé, yo sólo costuro ropa, no zapatos.
- Pero ¿no se
te ocurre cómo podemos solventarlo?
- Pues
comprándolas, ¡je!, - dijo burlonamente Chío.
- No tengo ni
idea de lo que pueden costar, - dijo Chava que no olvidaba la situación
económica de su nuevo amigo.
- Pues a lo
mejor las hay de segunda mano, serán más baratas, digo yo, -sugirió Chío, - no
lo sé, tendrán que buscar algún sitio en donde las vendan.
- ¿Y por qué
no las sustituyes por unas zapatillas de ballet? se le parecen mucho, lo único,
Chío podría hacer el favor de hacerles unos moñitos negros para poner en la
punta y ya está.
Fernando, disimulando su horror ante esta nueva ocurrencia del
bien intencionado párroco, se quedó callado, aunque estaba profundamente
agradecido con los tres por todas las molestias que se estaban tomando, sin más
interés que el de ayudarle; afortunadamente, Chío habló.
- Ay no,
padre, eso se nota que son de ballet, y si los alternantes traen zapatillas
auténticas se nota todavía más.
“Menos mal que estaba la gachí esta, si no,
entre el cura y Chava me iban a dejar hecho un desencuadre, ¡vaya cositas se le
ocurren a este Cura, lentejuelas y zapatillas de ballet!”, pensó Fernando.
- Bueno, y
entonces ¿cómo hacemos?, hija.
- Oye, el
zapatero del pueblo trabaja muy bien, a lo mejor puede con unas zapatillas de
torero, - sugirió Chío.
- ¡El papá
del Rojo!, -dijo en un exabrupto Chan Chava-, olvídalo, yo a ese, nada, si
fueran para mí, preferiría ir descalzo.
- Bueno hijo,
no exageres, se trata de un zapatero, nada más, y es muy bueno, tiene razón la
muchacha, a mí me hace los zapatos muy bien, y nunca me cobra, es un buen
hombre.
- Pues yo con
ese no voy.
- Bueno, pues
que vaya él, - dijo Chío, y que le pregunte cuánto le cobraría, para ver si le
conviene.
- Pues que
vaya él sólo, - dijo Chava enfadado.
- No te
enfades, hijo, no es para tanto, hay que guardar siempre la calma y la cabeza
bien puesta, - dijo el cura para tranquilizar a Chava, y luego, dirigiéndose a
Fernando - mira, si quieres, mañana ven un poco antes del medio día y te
acompaño yo, hijo, yo te llevo con el zapatero.
- Muchas
gracias padre, es usted muy amable, - dijo sinceramente agradecido Fernando, y
contento de haberle escuchado por fin, al cura, una propuesta genial, - aquí me
tendrá mañana, puntual, gracias de nuevo.
- Bueno, yo
me voy, - dijo Chío, me hacen llegar todo el material y las medidas.
- Sí, ya
estuvo bien de tanto parloteo, dijo el cura, yo también tengo cosas qué hacer,
bueno, hija, gracias por venir.
- De nada,
padre, pero denme algo para apuntarles todo lo que van a comprar, por favor.
- Sí, ahora
te traigo papel y pluma, espera, - dijo el cura, al tiempo que iba a por las
dos cosas.
Chío apuntó todo en la lista y se la entregó a Chava
- Bueno,
hasta luego Chava, me dio gusto verte.
- Igualmente,
- dijo Chava, - a ver hasta cuándo otra vez, ¿no?
- Sí, eso.
Que estés bien, - y dirigiéndose a Fernando, con más formalidad, - adiós.
- Fue un
placer, y le estoy muy agradecido.
- No tiene de
qué.
- Gracias,
otra vez.
- Chío,
¿sabes? Este año, la plaza ya no estará atada con bejuco, - le informó Chava
rápidamente, aprovechando la oportunidad.
- Ah ¿no? Y
eso ¿por qué?
- Ya no hay,
se ha acabado todo el bejuco.
- Vaya, -
dijo Chío con tristeza, - y entonces, ¿con qué la atarán?
- Dicen que
con alambre acerado, que también es muy seguro.
- Vaya, a mí
me gustaba con bejuco.
- Y a mí, -
la secundó Chava.
Fernando pudo detectar la especial conexión que había entre los
dos lugareños, aunque no lograba descifrar lo que era realmente, pues a ninguno
de los dos se les veía ojos refulgentes de pasión o de enamoramiento, era
extraño, porque se les notaba que en ese momento hablaban el mismo lenguaje.
Al salir de la iglesia, y camino a casa, Fernando tenía muchas
preguntas acerca de la muchacha, anduvo el camino, un rato en silencio,
sopesando si era prudente o no preguntar algo acerca de ella. Al final, se
decidió y preguntó algo menos personal.
- Y ¿cómo es
que sabe tu amiga tanto sobre tauromaquia?
- Su padre
era crítico taurino.
- Ah,
entiendo,- se calló, sopesando otra vez, la siguiente pregunta. - ¿Es tu novia
o algo?
- Nada, ni mi
novia ni algo, cuando niños fuimos muy amigos, luego, por prudencia, dejamos de
frecuentarnos, por decisión de nuestros padres, la verdad, no estoy muy de
acuerdo con las razones pero así fue y prácticamente ya no hablamos nada desde
que se quedó sola.
- Y.. ¿te
parecería mal que yo…
- Ah, ¡ya
cállate la boca, hombre! Digo, no soy el guardián de su virtud pero me siento
incómodo ante tus intenciones, haz lo que quieras, yo no quiero saber, tanto si
haces como si dejas de hacer con ella, no lo quiero saber ¿estamos de acuerdo?
- Ya,
discúlpame, nada más quería saber, no quería molestarte, todo lo contrario, no
sabía si podía ofenderte o algo así.
- Pues ya lo
sabes, no me ofendes pero tampoco me siento cómodo.
- No te
enfades, discúlpame, no fue mi intención.
- Ya está, ya
pasó.
- Gracias.
Oye, pasando a otra cosa, hoy, antes de desayunar, salí a correr a la plaza del
pueblo y ya estaba corriendo ahí una …
- Ah sí, la
putita del pueblo, - le interrumpió enfadado.
- Ah, vaya…
Lo que a Fernando le había parecido grato, una deportista, ahora,
se derrumbaba a sus pies, era eso, una que andaba buscando hombres, será
cierto, si lo decía Chava, sería cierto, pues seguro que lo dirá con razón, de
ahora en adelante, la condición de corredora pasaba a ser un atributo
secundario, lo sustancial es que es una suripanta, a Fernando ya no le hizo
falta saber más detalles, puesto que sabía perfectamente el significado de esa
expresión.
Los dos muchachos se pasaron el resto del día en la ciudad
comprando todo lo que en la lista estaba y buscando a quién pudiera tomarle las
medidas al torero para poder entregarle todo a Chío, cuanto antes.
El material lo hizo llegar el cura por medio de Sor María y Chío
se puso manos a la obra. Por otra parte, Chava, tuvo que hablar con sus padres,
ya que dadas las circunstancias, era seguro que el muchacho tuviera que volver
al pueblo alguna vez más antes de las fiestas para ver los avances del traje.
Por supuesto que Doña Fátima se lo tomó fatal y trató de oponerse,
pero Chava se lo pidió encarecidamente y le dijo que sus estancias serían muy
breves, sólo para terminar de afinar algunos detalles de las corridas que
quería torear.
Chava no especificó qué detalles eran esos, no quería pagarles así
el favor ni a Chío ni al cura que tan desinteresadamente se involucraron en
ayudar al lidiador. A la aristócrata no le quedó más remedio que acceder, muy
en contra de su voluntad, pero, a su hijo no le negaba nada, y decidió
complacerlo con todas sus consecuencias, aceptaría al aspirante y sería con él,
tan amable como con cualquiera de sus invitados, ya se sabe: nobleza obliga.
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